
Parece ser ‘sufrimos cuando discutimos con la realidad’, ‘sufrimos cuando creemos nuestros pensamientos’.
Yo sí tengo la experiencia de sufrir siempre que me opongo a la realidad. Y, si no sufrir, al menos perder siempre, enajenarme, separarme ‘de mí mismo’, alterarme. Sin embargo, no tengo la experiencia de sufrir siempre que creo mis pensamientos. Quizás es que no les tengo mucho apego…
Podríamos decir que una creencia es un pensamiento que se percibe con un significado. Normalmente, damos por hecho que ese significado le pertenece, le es inherente, es suyo: ‘El pensamiento significa algo’ -creemos. Creemos que los pensamientos tienen significados.
Pero veamos: los pensamientos o enunciados (y por extensión, las impresiones, experiencias, etc.), sin ese significado, ‘no significan nada’. Y está por ver si, sin significado, son algo o no son nada.
Si significasen algo por sí mismos, el significado sería el mismo para todo el mundo y en todas las ocasiones para cada individuo. Sin embargo, podemos comprobar que un mismo pensamiento significa cosas diferentes para unos individuos y para otros, e incluso para el mismo individuo según el momento.
Con la indagación te das cuenta de que eres tú quien, normalmente sin pretenderlo, asocias un significado a un pensamiento. Así, mediante la indagación, despiertas del sueño, te haces consciente de haber dado el significado. Al menos eso es lo que a mí me ha ocurrido, lo que creo haber experimentado.
Dándoles significado, te vinculas a los pensamientos, a las experiencias; te enajenas en ellos. Cuestionándolos, los ves como algo extraño (no eres tú realmente, no son necesarios). Y el efecto emocional de los pensamientos, de las experiencias, de alguna manera se esfuma, desaparece, se marcha.
Por sí mismos, los pensamientos, como las palabras, parece que no significan nada.
Podríamos distinguir aquí tal vez cuatro elementos:
1.- Tú, que asocias, das, pones el significado, aunque no te des cuenta de que lo haces.
2.- El pensamiento, el enunciado, la experiencia.
3.- El significado o significados que en ese momento tú tomas inconscientemente de tu memoria y asocias a ese pensamiento, enunciado o experiencia.
4.- El momento en el que sucede eso: ahora.
¿Cuál es el proceso?
Ahora tú crees pensar (crees que piensas, que nace voluntariamente de ti, que tú eres el autor, cuando en realidad es un producto de tu memoria, una re-estimulación de tu banco de recuerdos que aparece con esta forma, en este momento, provocada-construida quizás por la confluencia de infinidad de factores) un pensamiento o distinguir una experiencia, algo que te parece que tiene significado propio, cuando en realidad eres tú quien se lo estás dando.
Si se trata de una impresión que no reconoces, rápidamente buscarás entre tu memoria qué significados darle, cómo interpretarlo. Si no lo consigues, tal vez experimentarás un colapso (¿acaso sólo podemos ver aquello que estamos preparados para ver? ¿Cómo nos preparamos para ver algo?).
Ahora, tú tomas (la mayoría de las veces, más que una acción intencionada parece una reacción inconsciente) esos significados de tu pasado (no sólo biográfico, sino también cultural), y los asocias al pensamiento, al enunciado, a la experiencia.
¿Por qué le das esos significados y no otros? Parecen ser conexiones con otros enunciados del pasado, respuestas, aprendizajes, condicionamientos, hipnosis, traumas, refuerzos… memorias.
Dándoles significados, integras las vivencias en tu mundo, y en él puedes permanecer con cierta sensación de seguridad… y también atrapado. “Los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo” – dirá Wittgenstein. Los significados que damos construyen nuestro mundo, diríamos ahora nosotros.
¿Qué ocurriría si no les dieses significado?
Tú puedes ‘deshacer el enganche al pasado’ (el ego, la historia que te has contado) y, por tanto, salir de tu mundo, de la mentira y del sufrimiento, mediante la exploración de los significados. Tomando conciencia de los mismos, la reacción emocional que parecía que provocaba se marcha. No era el pensamiento, la experiencia, lo que provocaba esa reacción. Eras tú, al asociarle unos significados, quien a ti mismo te la provocabas. Tú ejerces un poder que no conoces.
¿Qué serías tú sin las cadenas del pasado, sin el ego?
Tal vez tú, en la quietud, libre, despierto del sueño
¿Qué queda?
Tal vez se deshaga la cadena del ego, el condicionamiento de la historia. Se experimenta una profunda quietud, alegría, libertad, ‘una paz que no es de este mundo’.
Éste sería un posible experimento: si es cierto que los significados que damos, inconscientemente, a los pensamientos, enunciados y experiencias, proceden de las memorias, del aprendizaje, del pasado, explorando los significados que damos a nuestra biografía, a todas las historias que nos contamos, desanclaríamos aquello con lo que, sin pretenderlo, hemos creado el ego (se ha creado el ego en nosotros), ese pasillo estrecho en el que nos limitamos y asustamos, el túnel del tiempo. Podríamos superar la inconsciencia de la infancia y hacernos, por fin, mayores.
Libres de la historia, acaso quedaría sólo el ahora, abierto a la experiencia, consciente de sí mismo, en ese estado de quietud profunda. “El miedo es la proyección del pasado en el futuro”, dice Katie. Si eso es cierto, al no haber pasado ‘emocional’ (carga emocional en el pasado), no habría miedo. El ego sería como una película ya vista, ya proyectada, sin interés, difícil de recordar, en una pantalla que con ella se está deshaciendo.