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Disonancia

¿CÓMO VOY A DEJAR DE SER QUIEN SOY? ¡DETESTO LAS DISONANCIAS!
Los cerebros muy evolucionados pueden cambiar de opinión.

Los humanos pueden cambiar de opinión, pero odian tener que hacerlo. Si preguntamos a un grupo de personas: «¿Qué es lo que más os violenta en la vida?», un buen porcentaje de ellas contestarán sin dudarlo: «Cambiar de opinión. Dejar de ser quien soy».
Se considera que cambiar de opinión es una frivolidad. Y lo contrario —«yo siempre he votado al mismo partido»—, una señal de cordura y lealtad. El cerebro detesta, sencillamente, alterar sus costumbres porque en ello se juega la supervivencia. 

En definitiva, constatar que la versatilidad de la propia estructura cerebral no está reñida con las rigideces de antaño. Una vez que en el cerebro ha tomado forma un cambio determinado y que éste queda bien establecido, «puede impedir que ocurran otros cambios. La plasticidad cerebral comporta sus aspectos positivos y negativos».
Hay zonas activas de la neocorteza cerebral que, literalmente, se bloquean cuando a los participantes en el experimento se les da información disonante, es decir, información que atenta contra sus convicciones, tanto sobre asuntos importantes como secundarios. 

La disonancia cognitiva es un conflicto entre dos ideas simultáneas y contradictorias que crea desasosiego y estrés en las personas. No se trata únicamente de que el cerebro sea particularmente celoso o puntilloso a la hora de tamizar y filtrar opiniones discordantes. Sencillamente, se inhiben los circuitos cerebrales implicados para que la disonancia no pueda siquiera ponderarse.
En el laboratorio se ha comprobado que existen las bases neurológicas del axioma popular según el cual, una vez tomada una decisión, es difícil cambiarla. Una vez elegida una opción entre varias alternativas, se ha comprobado que cuanto más irrevocable es la decisión, más llena de sentido parece la opción tomada. La gente se queda más convencida de que tiene razón cuando se da cuenta de que no hay marcha atrás.

De todas las especies, sólo las que cuentan con un cerebro más desarrollado son capaces de cambiar de opinión. Ahora bien, como resultado de la actitud categórica de rechazo frente a la disonancia, los humanos son incapaces, la mayoría de las veces, de aprovechar la ventaja propia de todos los cerebros evolucionados de poder cambiar de idea. Se aferran a la primera que les inculcaron. La distorsión de la realidad puede llegar a extremos de crueldad aberrantes.

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