
Todos hablan de cómo el desarrollo de la radio, el cine, la prensa, y después la TV, la informática e internet, “cambiaron la sociedad”.
De hecho, no es en la historia academicista, sino precisamente en la sociología (una rama científica especialmente deleznable), donde surge el término “la era de la información”. Tampoco se ponen de acuerdo en determinar cuándo empieza y acaba (si es que acaba) su “era de la información”.
Como se puede comprobar, dependiendo desde qué perspectiva se hable (económica, comercial, política, científica, histórica…), se utilizará diferente vocabulario que no debe llevar a engaño: neoliberalismo, globalización, New World Order, tecnocracia, modernidad… Todas estas palabras expresan (en ocasiones, eufemísticamente) una misma realidad: el proyecto secularizador europeo de la fuerza elitista infrahumana. Desde el punto de vista de la estructura de control y manipulación mental global (massmedia), este bicho se ha hecho llamar la “era de la información”.
Sí que se puede enunciar una correspondencia casi matemática: cuanto más poder técnico y tecnológico tienen esos grupos de información, más centralizados, fusionados y unidos están. En otras palabras: la plataforma de la información global tiende a ser un monopolio disimulado en unos pocos conglomerados mediáticos que fingen competencia a través de fusiones, separaciones y uniones empresariales.
Esta hipócrita libertad de mercado se disimula aún peor cuando se ve a diferentes directivos del massmedia compartiendo mesa en reuniones. Así es: la diversidad mediática y la compleja oferta de información es una gran mentira que envuelve el programa de control mental global. Efectivamente, quienes sirven de herramienta para esa programación al servicio del Establishment, son unas escasas corporaciones mediáticas (públicas y privadas; siempre interconectadas) que se hacen llamar “conglomerados de massmedia”.