Energía

Superhombres

En personas preparadas para cumplir una gran misión, y por eso están dotadas de excepcionales cualidades que les habilitan para cumplir esa misión. Algunas ya vienen preparadas desde su nacimiento y otras adquieren esas cualidades en un momento de su vida, cuando son seleccionadas.

Los fundadores de las grandes religiones suelen tener superpoderes: Zoroastro, Buda, Mahoma, Moisés, Confucio, Lao Tse, etc., pertenecieron a esta clase de seres. Tendremos que dejar bien claro que estos seres humanos excepcionales, por muy grandes que sean sus poderes, no son sino instrumentos de los que los dioses se valen para lograr sus deseos en la sociedad humana y en general en nuestro planeta (que no es tan nuestro como nos habíamos imaginado). 

Unos deseos que, hoy por hoy, el cerebro humano no logra descifrar y que probablemente permanecerán totalmente indescifrables para nosotros mientras nuestra inteligencia no dé un paso drástico en su evolución. Los superhombres son fundamentalmente hombres, bien por su manera de aparecer en este mundo, bien por su constitución física, o bien por su muerte más o menos similar a la de los demás hombres. 

Sin embargo, es de notar que con frecuencia algunos de ellos, en su proceso de utilización por parte de los dioses, se han apartado considerablemente en algunos aspectos de su vida, de lo que es normal en los demás hombres. Dan la impresión de haber participado en alguna manera, de la naturaleza de los dioses, como si fuesen una especie de híbrido de dios y hombre; o como si fuesen dioses especialmente preparados para desempeñar una misión en este planeta.

Los dioses, en cambio, no son hombres. Algunos de ellos tienen el poder de manifestarse como tales -y de hecho lo han hecho en infinitas ocasiones- y hasta convivir íntimamente con nosotros cuando esto les conviene para sus enigmáticos propósitos; pero en cuanto cumplen su misión o en cuanto logran lo que desean, se vuelven a su plano existencial en el que se desenvuelven de una manera mucho más natural y de acuerdo a sus cualidades psíquicas y electromagnéticas. Pero los dioses no son hombres; y en una de las pocas cosas en que coinciden con nosotros es en ser inteligentes, 

Entre los dioses hay muchas más diferencias de las que hay entre los hombres. Estas diferencias son de todo tipo, y no sólo se refieren a su entidad física en su estado natural, sino a la manera que tienen de manifestársenos; a su mayor o menor capacidad para manipular la materia y para hacer incursiones en nuestro mundo; a su grado de evolución mental y por lo tanto tecnológica, y hasta, en cierta manera, a su grado de evolución moral, siendo, al parecer, algunos de ellos mucho más cuidadosos en no interferir indebidamente en nuestro mundo y hasta en no interferir en modo alguno. 

Difieren entre ellos también en su origen; pudiendo ser algunos de ellos de fuera de este planeta, aunque me inclino a pensar que los que más interfieren en la vida y en la historia de la humanidad, son de este mismo planeta que nosotros habitamos, como más tarde veremos. Difieren también, tanto en las causas por las que se manifiestan entre nosotros, como en los fines que tienen cuando lo hacen. Estas grandes diferencias entre ellos, no provienen -tal como sucede entre los hombres- de pertenecer a razas, patrias, religiones, culturas, o clases sociales diferentes, o por hablar distintos idiomas; la causa de las diferencias entre los dioses es mucho más profunda; pues mientras los hombres, por muchas que sean las diferencias, todos somos igualmente seres humanos y pertenecemos a la misma humanidad, los dioses no pertenecen a la misma clase genérica de seres, y entre algunos de ellos es muy posible que haya tanta diferencia como hay entre nosotros y un mamífero desarrollado. Y también es muy posible que haya menos diferencia entre nosotros y algunos de ellos, que entre algunos de ellos entre sí. 

Los creyentes que admiten al pie de la letra las enseñanzas clásicas de la Iglesia, y que creen a pies juntillas qué esa es la única y total explicación de los orígenes de la existencia del hombre sobre la Tierra y de sus relaciones con Dios, deberían saber que todas las grandes religiones nos hablan de parecidas batallas entre sus dioses, o entre un dios principal y los dioses menores. Y los no creyentes que miran esas historias bíblicas como algo mitológico a lo que no hay que hacer mucho caso, deberían saber que mitos y leyendas no son más que historias distorsionadas por el paso de los milenios. Y deberían saber que esas batallas entre dioses que aparecen en todos los libros más antiguos de la humanidad (es decir, en las «historias sagradas» de todas las religiones) se siguen repitiendo hoy delante de nuestros ojos. 

Digamos por fin, que estas grandes diferencias entre los dioses se traducen en su diversísimo comportamiento en nuestro mundo y en sus relaciones con nosotros que varían enormemente de un caso a otro, y que, debido precisamente a esa gran variedad, nos tienen todavía hoy perplejos acerca de qué es lo que en realidad quieren. Los dioses tienen cuerpo físico, aunque la entidad física de los dioses es diferente de la nuestra, sin embargo podemos decir que los dioses tienen algún tipo de cuerpo o algún tipo de entidad física. Y aquí tendremos que hacer un pequeño paréntesis para explicar que en el Cosmos, todo, hasta lo que infantilmente llamamos «espiritual», es en cierta manera «físico» (al igual que todo lo físico está de alguna manera impregnado de espíritu). «Fisis» es una palabra griega que significa naturaleza, y en este sentido podemos decir que todo lo que es natural, o pertenece al orden natural, es físico. Y los dioses no pertenecen al orden «sobrenatural» tal como éste ha sido definido siempre por los teólogos. 

Para entender las entidades físicas de los dioses (y de otras muchas criaturas no tenemos más remedio que acudir a la física atómica y subatómica. El «cuerpo» de los dioses es electromagnético y está hecho de ondas. Y el que encuentre este lenguaje sospechoso, debería saber que el cuerpo humano, en último término está hecho también de ondas y nada más que de ondas; porque eso es en definitiva toda la materia. (Y ésta es la gran maravilla y el gran secreto de todo el Universo. Y éste es el hecho físico -por encima de todos los sentimentalismos y de todas las concepciones dogmáticas y místicas- que más nos acerca a la ininteligible Entidad que ha hecho el Cosmos). 

La «materia» del «cuerpo» de los dioses, siendo en el fondo lo mismo que la nuestra, está estructurada en una forma mucho más sutil, lo mismo que la «materia» que compone el aire está en una forma mucho más sutil que la que compone un lingote de acero, aunque en último término las dos sean exactamente iguales. Los dioses superiores, a diferencia de nosotros, tienen la capacidad de manejar y dominar su propia materia, adoptando formas más o menos sutiles y haciéndolas más o menos asequibles a la captación por nuestros sentidos, cuando así lo desean.

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