
Invitamos a hacer un experimento: echar un vistazo a una escuela pública actual de cualquier estado moderno (subrayamos esto: cualquiera; España, Francia, Reino Unido, Bélgica… (el que el lector tenga más a mano).
Enseguida se podrán observar extraños puntos en común: un enrarecido ambiente con estructura gregaria, unos alumnos uniformados con ropas con los mismos logotipos, los mismos calzados, las mismas firmas deportivas. Se verán niños de ocho y nueve años con teléfono móvil.
Ya con doce años, en los niños abundará una actitud apática, un lenguaje agresivo, y unas poses corporales comunes a los deportistas de élite y estrellas del hip-hop. Con esos mismos doce años, algunas niñas mostrarán maquillaje y vestuario de disponibilidad sexual grotescamente inadecuado para su edad. El nivel de violencia es tan alto que el Estado se tuvo que sacar de la manga una palabreja: ‘bullying’. Tan violentos o más son los videojuegos que llevan la mayor parte del tiempo libre del niño.
Los patios de las escuelas públicas servirán de supermercados de drogas ilegales, y un buen porcentaje (en España, un 85%) reconocerán probarlas antes de los 18 años. Los habrá que no tendrán que recurrir a la ilegalidad para drogarse: muchos menores conocerán antidepresivos, ansiolíticos, somníferos, etc… antes de salir de la escuela. Independientemente del “rendimiento escolar”, la lectura quedará reducida a un entretenimiento de masas (como el videojuego) en el escaso tiempo libre, o directamente (y en la amplia mayoría) quedará reducida a nada.
En este ambiente, muchos chavales manejarán la posibilidad del suicidio, y un porcentaje nada desdeñable (1 de cada 500, según fuentes oficiales) reunirán valor para llevarlo a cabo. Si el niño tenía un móvil, el padre aparecerá con un teléfono adosado a la oreja, con el cual irá a trabajar. Si la ropa de los niños es un uniforme corporativista, los padres irán con las colecciones adultas, “casual”, y “sexy” de las mismas firmas textiles. Si los hijos son violentos, los padres participarán en procesos electorales que arrojan gobiernos que declaran guerras, masacran pueblos y torturan presos. Si los alumnos de las escuelas se drogan, los padres tendrán una pastilla para cada actividad de su día a dia (prozac, valium, viagra…).
El niño no tendrá ninguna inquietud lectora, porque sus padres leerán estrictamente lo poco que les exige su actividad profesional. Lo más parecido a un libro que manejarán los padres modernos serán los prospectos de los medicamentos. Todo esto se podrá observar siempre y cuando sean los padres quienes vayan a buscar a sus hijos a la escuela. Muchos de ellos estarán separados, divorciados, recasados, comprometidos… y no podrán buscar a su hijo porque dirán “no tener tiempo” porque ¡están trabajando! Y este es el punto clave: todo conduce a lo que se llama “mundo laboral”, que no resulta ser otra cosa que el nuevo paradigma esclavo de la modernidad.